valiente ocurrencia
Yo es cobarde y plano. Casi Yo es mucho más valiente y de vez en cuando se rasca la coronilla. Bienvenidos a las ocurrencias de Casi Yo.
martes, enero 25, 2011
lunes, enero 03, 2011
Sublime asfixia
Dos de enero de dos mil once.
Si se alinean quince planetas
puede que alguien lea estos versos
dentro de un siglo o dos.
Maravillaos, habitantes del futuro:
hasta hoy se podía fumar en los bares.
Por si ha desaparecido esa costumbre,
os diré que fumar consiste
en llevarse a los labios un cilindro de papel
relleno con una yerba
que los indios nos dieron en venganza
por haberlos conquistado,
y en aplicar una llama al otro extremo del cilindro,
y en chupar del mismo
repetidas veces, llenándote los pulmones
de humo ardiente y fragante.
¿Absurdo?
Sí. Y malsano. Y molesto.
Pero yo comprendo a los fumadores,
porque son adictos a una sensación de asfixia,
a una presión en el pecho, a un dolor corazón
que solo se siente en los grandes momentos de la vida,
cuando el amor, la belleza o la congoja lo llenan todo.
Hasta hoy,
esa experiencia byroniana
podía ser vivida en los bares,
que son unos locales donde el ser humano
acude para degradar su cuerpo
y liberar su alma.
Ahora los bares son menos bares.
Pronto prohibirán en su interior
el consumo de alcohol
y el acercamiento al prójimo
con intenciones eróticas.
Pronto tendrá que buscar el hombre
un nuevo escenario
para el suicidio colectivo.
domingo, enero 02, 2011
Tic tac tic tac tic tac
Una vida humana dura, con suerte,
treinta y seis mil quinientos días.
No son muchos.
En la siesta de los primeros años
se te irán al menos ocho mil,
y tardarás otros tantos en apagarte.
Resta a tus días las noches de sueño,
las jornadas de trabajo,
las veladas tontas y las horas invertidas
en hacer justo lo que no querías hacer.
Serás rico si eres tú mismo
durante diez mil días.
Hoy es uno de enero, día de propósitos.
Seguro que te has prometido de todo
menos un hermoso par de alas.
Busca una barra de hielo,
un cincel y un martillo,
graba en letras góticas
todo lo que se espera de ti
y deja que esas palabras se deshagan.
Tardarán mucho menos que tú en hacerlo.
Cuando el iceberg de tus compromisos
se haya marchado por el desagüe,
pregúntate qué esperas tú de ti mismo,
y haz cuanto esté en tu mano por no defraudarte.
Si tienes el valor de intentarlo,
te habrás ganado el derecho
a dejar de contar tus días.