A los felices destructores de la Tierra
El hombre vive en medio de todo eso.
De la naturaleza, de lo inmutable,
de todo lo que formaría un mundo bello,
un mundo sin hombres.
Pero, en un mundo sin hombres,
¿quién cantaría a la belleza del mundo?
¿Quién soñaría con un mundo mejor?
¿Quién andaría a la caza de nuevos mundos?
Somos niños y Dios no nos dio una casa
al entregarnos un planeta nuevecito.
Nos dio un juguete, y nuestra misión sagrada,
nuestro destino inocente es romperlo.
Y no pasa nada:
existe un universo-museo
repleto de planetas impolutos,
vacío hasta los topes de corazones.
De la naturaleza, de lo inmutable,
de todo lo que formaría un mundo bello,
un mundo sin hombres.
Pero, en un mundo sin hombres,
¿quién cantaría a la belleza del mundo?
¿Quién soñaría con un mundo mejor?
¿Quién andaría a la caza de nuevos mundos?
Somos niños y Dios no nos dio una casa
al entregarnos un planeta nuevecito.
Nos dio un juguete, y nuestra misión sagrada,
nuestro destino inocente es romperlo.
Y no pasa nada:
existe un universo-museo
repleto de planetas impolutos,
vacío hasta los topes de corazones.
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