1972
Nací en un país infantil
que era una fábrica de promesas.
Crecí en un país esperanzado,
donde las promesas a veces se cumplían.
Me hago viejo en un país miedoso,
en el que nadie quiere ya prometer nada.
¿Tendré, pues, que cambiar de país?
¿O tendré que asumir
que tengo un alma a juego,
un profundo mal fario de españolito,
viejo prematuro, niño eterno,
con la frente arrugada mirando al cielo,
esperando a que Dios –o el señorito–
tenga a bien arrojarme un mendrugo de pan?
que era una fábrica de promesas.
Crecí en un país esperanzado,
donde las promesas a veces se cumplían.
Me hago viejo en un país miedoso,
en el que nadie quiere ya prometer nada.
¿Tendré, pues, que cambiar de país?
¿O tendré que asumir
que tengo un alma a juego,
un profundo mal fario de españolito,
viejo prematuro, niño eterno,
con la frente arrugada mirando al cielo,
esperando a que Dios –o el señorito–
tenga a bien arrojarme un mendrugo de pan?
<< Home