De buena mañana
Poco a poco va cobrando sentido
ese agobio de cuerpos en el autobús,
el regocijo pardo de este café
y el empachoso olor de los churros.
Poco a poco estos corazones
que se despertaron miedosos,
sin saber si se alegraban del nuevo día,
se meten en sus armaduras.
Vivimos en un reino infeliz
donde todo está dónde tiene que estar:
los camareros gritando como marinos,
los oficinistas posponiendo la jornada,
el quiosquero liquidando existencias
y los fruteros empujando sus carretones.
Los viejos, los enfermos y los parados
siguen asustados en sus camas,
sin saber si se alegran del nuevo día.
ese agobio de cuerpos en el autobús,
el regocijo pardo de este café
y el empachoso olor de los churros.
Poco a poco estos corazones
que se despertaron miedosos,
sin saber si se alegraban del nuevo día,
se meten en sus armaduras.
Vivimos en un reino infeliz
donde todo está dónde tiene que estar:
los camareros gritando como marinos,
los oficinistas posponiendo la jornada,
el quiosquero liquidando existencias
y los fruteros empujando sus carretones.
Los viejos, los enfermos y los parados
siguen asustados en sus camas,
sin saber si se alegran del nuevo día.
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