Ante el espejo
De pequeño me parecía a mi abuelo,
después a mi padre, y ahora
me parezco tantísimo a mí mismo
que no me encuentro el parecido.
Ellos nunca han estado tan calvos
ni han tenido estos ojos de alucinado.
Y por dentro pasa igual.
De mi abuelo
saqué el buen humor
y el mal pronto,
de mi otro abuelo
heredé el odio al ruido
y mi hambre de letras.
Del sentimentalismo
y de la indefensión ante la belleza,
culpad a mi padre,
y buscad en mi madre
el por qué de mi energía
y de mi tendencia al melodrama.
Sin embargo,
la visión mítica de mí mismo
me la debo a mí mismo.
Es el fruto de muchos años de farsa,
de la construcción de un personaje
que tiene algo de don Quijote
y de Calígula,
del Marqués de Bradomín
y de Aureliano Buendía,
de Dean Motiarty
y del pobre joven Werther.
Siempre me he visto desde fuera,
como a los monos de la tele.
Por eso ahora que me miro a los ojos
me cuesta tanto reconocerme.
después a mi padre, y ahora
me parezco tantísimo a mí mismo
que no me encuentro el parecido.
Ellos nunca han estado tan calvos
ni han tenido estos ojos de alucinado.
Y por dentro pasa igual.
De mi abuelo
saqué el buen humor
y el mal pronto,
de mi otro abuelo
heredé el odio al ruido
y mi hambre de letras.
Del sentimentalismo
y de la indefensión ante la belleza,
culpad a mi padre,
y buscad en mi madre
el por qué de mi energía
y de mi tendencia al melodrama.
Sin embargo,
la visión mítica de mí mismo
me la debo a mí mismo.
Es el fruto de muchos años de farsa,
de la construcción de un personaje
que tiene algo de don Quijote
y de Calígula,
del Marqués de Bradomín
y de Aureliano Buendía,
de Dean Motiarty
y del pobre joven Werther.
Siempre me he visto desde fuera,
como a los monos de la tele.
Por eso ahora que me miro a los ojos
me cuesta tanto reconocerme.
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