Simple, rumoroso y calentito
Nada nos vuelve
más vulnerables que el frío,
nada nos hace
añorar tanto la placenta.
Tiemblo en la calle,
y ya que estoy temblando
aprovecho para tener miedo.
El miedo y el frío se parecen,
por eso la gente del norte
es valerosa: quien domina el hielo
se puede atrever con todo.
Pero yo, pobre manchego
de este lugar de La Mancha
del que nadie quiere olvidarse
y que palpita en medio de la península
como un islote apátrida
en un océano de identidades,
siento como el frío
me parte los huesos
y me inyecta en el corazón
un pánico de recién nacido,
de expatriado de un lugar
donde todo era feliz,
simple, rumoroso y calentito.
Convencido estoy
de que el abrazo lo inventó
el hombre de las cavernas,
y no fue por amor
sino por desamparo.
El desamparo de comprender
que no volverás a un vientre cálido,
que acabarás en una tumba fría.
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