valiente ocurrencia

Yo es cobarde y plano. Casi Yo es mucho más valiente y de vez en cuando se rasca la coronilla. Bienvenidos a las ocurrencias de Casi Yo.

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viernes, noviembre 19, 2010

Ahora decidme que cante a la belleza y a la armonía del mundo

No puedo evitar recordarles.

No puedo evitar imaginarlos
tendidos en el suelo
de un apartamento asqueroso
en el barrio asqueroso
donde me crié.

Veo sus rostros muertos,
amoratados por el gas,
por una asfixia suicida
y parricida respectivamente.

Ella, vieja y amargada,
con el rostro acaso dulcificado
por la muerte.

Él, gordo y sin edad,
quizá con un aire de inteligencia
que jamás tuvo en vida.

Le imagino muerto y en interrogante,
muerto después de una agonía
que seguro no supo explicarse
y que lo convirtió, al fin,
en un chico como los demás,
tan muerto como cualquier muerto,
y no vivo y retrasado mental,
un bebé de doscientos kilos
del que nos reíamos los niños del barrio.

Nosotros no éramos retrasados,
pero listos tampoco.
Éramos insolentes y sádicos
como todos los niños,
y nos burlábamos
del dolor de madre
que nos insultaba y perseguía
ante la incomprensión babeante del hijo.

¿Cuánto hicimos sufrir a esa mujer
para que acabase con su vida
y la del adorado fruto de sus entrañas?

¿Se marcharía a pedir cuentas
a su difunto esposo
por haberla dejado sola
con el imposible encargo
de inventarse un futuro
para aquél niño gigantesco
al que bañaba y afeitaba
con abnegación de loba?

No pudo inventar ese futuro
y acabó con él.

Como una buena madre,
cerró las ventanas, abrió el gas
y se marchó con su niño amado
de vacaciones a la refrescante nada.

Dicen que los suicidas no van al cielo,
será que el paraíso es un premio a la paciencia.

Y ahora decidme que cante a la belleza
y a los niños rubicundos que corren por los parques.

Me niego.

Lo que quiero escribir es esto,
una disculpa inútil y a destiempo.

Porque mi manita inocente de niño cabrón
estaba allí, junto a otras muchas,
girando la espita del gas.


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