Teletienda
Es de noche. Mucho.
No estoy tan despierto
como de costumbre
y miro, entre pestañas,
el insulto fosforescente
que palpita ante mis ojos.
Dedico mi vigilia
al anuncio interminable
de una mesa milagrosa,
plegable, retráctil,
telescópica, versátil,
diseñada por la flor y nata
de la chamarilería.
Una mesa que sirve
para poner encima
un café con leche,
un florero,
un cocido completo,
un libro con su marcapáginas
e incluso,
un dominó.
Desde la pólvora
no ha habido
un invento comparable.
Desolado, apago la tele
y pienso que si hemos llegado
a consentir que nos hablen
como a tontos de baba,
es que nos aceptamos
como tontos de baba.
Apaga y vámonos.
Vámonos a llorar a la cama.
Mañana, cuando te despiertes,
volverás a un mundo repleto
de idiotas que han hallado la salvación
en una mesa plegable o en
una máquina de rapar narices.
No estoy tan despierto
como de costumbre
y miro, entre pestañas,
el insulto fosforescente
que palpita ante mis ojos.
Dedico mi vigilia
al anuncio interminable
de una mesa milagrosa,
plegable, retráctil,
telescópica, versátil,
diseñada por la flor y nata
de la chamarilería.
Una mesa que sirve
para poner encima
un café con leche,
un florero,
un cocido completo,
un libro con su marcapáginas
e incluso,
un dominó.
Desde la pólvora
no ha habido
un invento comparable.
Desolado, apago la tele
y pienso que si hemos llegado
a consentir que nos hablen
como a tontos de baba,
es que nos aceptamos
como tontos de baba.
Apaga y vámonos.
Vámonos a llorar a la cama.
Mañana, cuando te despiertes,
volverás a un mundo repleto
de idiotas que han hallado la salvación
en una mesa plegable o en
una máquina de rapar narices.
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