Epifanía

El camino es árido.

Tengo los tobillos tapizados de cardos,
la lengua alfombrada de sarro
y el cerebro minado de augurios.

Entonces le veo.

Un tipo rubio y de aspecto afeminado
me sonríe desde lo alto de una piedra.

Parece un San Pancracio de los chinos.

Me pregunta quién soy.
Le respondo que eso quisiera yo saber.

"¿Y tú quién eres, rubito?"
"Soy un ángel del Señor. Arrepiéntete".

Que me arrepienta.

Como si tuviera yo la culpa
de que él sea un matón celestial.
Como si no fuera yo capaz
de juzgarme solito.