El rey de los idiotas

¿Cuánto dura el lapso
entre la gloria y la decepción?
¿De dónde sacamos la estupidez
para picar una vez tras otra?
¿Cuándo se gripa
La moto que nos vendemos?

Yo miento tan bien
que siempre me convenzo,
y me alisto en ese ejército solitario
que vive una campaña interminable
de conquista y sometimiento de quimeras.

Y al final del desfile de la Victoria,
dos pasos por detrás de la fanfarria,
siempre camina la diosa Realidad,
exhibiendo desvergonzada
su repulsiva desnudez de perro.

Otros huirían aterrados
O se rendirían sin condiciones,
pero yo sé habérmelas
con esa vieja aguafiestas.

La pintarrajeo un poco,
la pongo una peluca
y ya está convertida
en una quinceañera solícita.

Así puedo ejercer
de rey de los idiotas,
y lanzar de nuevo
a mi ciega tropa
en pos de esa Elena adulterada
que ni es Elena, ni es mía, ni es nada.