Objetos

¡Qué obsesión con las cosas!

Como si unos zapatos italianos
valieran más que la suerte
de poder andar por Italia,
como si un vestido
tuviese más vida
que el cuerpo que contiene,
como si el anillo valiera
más que el compromiso,
como si el Premio Nobel
fuese un tesoro mayor
que la inteligencia necesaria
para merecerlo.

¡Qué manía con los objetos
y que afán por conseguirlos!

Como si fueran parte de nosotros,
nuestra mejor parte.

Como si fueran a caber
en dos miserables metros cúbicos.

Tú y yo jamás protagonizaríamos una peli de ésas

No es que vayamos
a volvernos locos
precisamente ahora,
tan adultos,
pero qué bien sienta
saber que el amor
a largo plazo,
si no le pides la luna,
sencillamente funciona.

Estás tan acostumbrada
a mis pesadillas
que ya no te asustan,
y yo me sé tan bien
tus sueños que puedo,
incluso, protagonizarlos.

Y ya lo sé, muchacha:
quisieras oírme hablar
en la lengua de los juglares.

Pero calla,

tú y yo estamos
por encima del amor cortés,
más allá del delirio platónico,
a años luz del frenesí salvaje.
Tú y yo somos algo
más grande que el mismo amor.

Somos individuos.

No somos uno, somos dos.
Dos divididos, dos que se atraen,
dos que se ríen de sí mismos.

Y no un triste par de siameses
unidos por los genitales.